sábado, 30 de junio de 2007

Cuatro cartas a personalidades reconocidas o medianamente reconocidas del ambiente literario, periodístico y cultural local


NOTA INTRODUCTORIA:

Sábado 30 de junio de 2007
(Por la tarde)


Publico estas cuatro cartas o mensajes ya enviados en años pasados más como una curiosidad que como otra cosa. Hay que tener en cuenta que uno se va transformando conforme avanza el tiempo; las ideas y creencias pueden cambiar, y también las actitudes. La carta a Miguel Grinberg no fue respondida -y quizás con razón y fundamento, por mi insolencia, si se quiere-,
la de María Moreno, que se la entregué personalmente, tampoco fue respondida, y el mensaje dirigido a Juan Bedoian tampoco fue respondido. En cambio, con Beltrán Gambier intercambié unos cuantos mensajes o cartas por correo electrónico, pero para mala suerte mía, no he guardado nada de todo eso, salvo este primer mensaje. Él había aceptado que yo colaborara para Intramuros, pero me pedía un tema muy exclusivo, una investigación profunda sobre un escritor o artista argentino que hubiese vivido, también, mucho tiempo en España. Y yo le había ofrecido varios temas posibles, pero no le interesaron, así que no supe cubrir sus expectativas sobre esa personalidad que no pude encontrar. De todos modos, ha sido muy respetuoso el señor Gambier y todo ha terminado correctamente, sin sobresaltos verbales y escritos.
Presentar este tipo de material también es mostrar a alguien la trastienda de la vida de los escritores o periodistas -o lo que fuese- cuando se ponen a buscar a un editor, que suele ser una búsqueda incansable y casi interminable. También es mostrar la indiferencia con que suele encontrarse uno casi siempre. Los medianamente reconocidos ningunean a los nada conocidos. Y los nada conocidos tienen que intentar caerle bien a todo el mundo para que le publiquen algo en algún lado; así lo veo yo. Todos los escritores conocidos fueron, en algún momento, escritores desconocidos. Y alguien -editor, director de periódicos o revistas-, en algún momento, decidió publicar algo de su obra, por instinto, por intuición o por algo. Si los que tienen los medios y los recursos para publicar le cierran la puerta a todos los escritores o narradores nuevos, ¿qué camino puede haber para todos esos, o para todos nosotros? Quizás pueda ser el que muchos siguen en la actualidad; la Prensa Alternativa y la edición independiente; puede ser. Con estas cartas muestro mi propio camino, lo que me pasó y me pasa a mí. Y así, de ese modo, junto cartas sin respuestas... Y hoy, muy tranquilo, desde mi pieza, le hago conocer al que quiera conocer, lo que a mí me ha pasado, y además, creo, las cartas pueden tener cierto valor literario como para divertirnos un rato... Adieu.
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A Miguel Grinberg
Periodista, poeta, escritor, investigador, traductor y editor

(Por correo electrónico)
Fines del año 2001


Último mensaje de mi parte

Miguel: Te escribo esta carta desde mi habitación a las siete menos cuarto de la mañana de un día martes. Y no puedo dormirme porque ando con ganas de decirle a las personas allegadas a mí todo lo que verdaderamente siento. Acabo de descubrir más que nunca la hipocresía de la mentira, y yo en cierto sentido fui hipócrita con vos, pues no te dije la completa verdad que es la siguiente. Que te admiré como a pocos hombres es verdad, que leí tus revistas con placer es verdad, que leí uno de tus libros –La generación de la paz, si no me equivoco de título— con gusto, también es verdad, que me impulsaste a hacer muchas cosas también es verdad y que fuiste mi ejemplo también es verdad. Y hablo en pasado porque ya no lo eres, no actuaste según las ideas que proclamabas, podrías haberme dicho a los pocos días de haberte llegado mi material: Llegó, está muy lindo todo, aunque no lo sintieras, y yo habría quedado levemente satisfecho. En lo que te mentí fue en mis verdaderas intenciones. Yo quería que leyeras mis libros no únicamente para darme tu opinión, sino que pensé que te iban a gustar –por la similitud en nuestras ideas— y me podrías contactar con algún conocido tuyo para publicar algo mío en algún lugar; de todos modos creo que te lo di a entender, y creo que lo habrás entendido ya que sos un hombre inteligente. No quería simplemente tu opinión, ¿en qué modifica tu opinión el destino de mis obras? Y en el caso de que vos las criticaras negativamente, ¿vos creés que yo me detendría por ese motivo en la búsqueda de un editor? Pienso que intuís que no. Si no querés leerlas no las leas, además, lo hecho, hecho está. Te pido disculpas por no haberte dicho la completa verdad en mis intenciones, pero ahora ya te las esclarecí. Sólo eso pedía: Ya llegaron, está muy lindo todo. Y no podría haberte reprochado nada. Pero me parece que no actuaste según las ideas plasmadas en las editoriales de las Mutantia. Cuando a mí, como director de Trascender –revista mucho menos importante que Mutantia— me daban libros de poesía para leer –jóvenes poetas que me pedían mi opinión— yo leí sus libros siempre, y siempre les hice algún comentario, y siempre traté de ser lo más sincero posible en esos comentarios. ¡Y he leído libros densos y difíciles de terminar! Pero yo sentía que era mi obligación, porque desde la revista alentaba la participación, el contacto entre artistas y muchas cosas que vos conocés mejor que yo. Y entonces, ¿cómo no iba a leer esos libros que me daban? Fue siempre un elogio para mí ese gesto. No fueron muchos –cuatro o cinco— los libros recibidos, pero los he leído a todos y las cartas que me enviaban desde luego que las he respondido en mi DEBER. Esto es lo último que te escribo, y no te molesto más, ya que pareció molestarte mi gesto. Hacé lo que quieras.

Un gusto, Miguel Grinberg, pero perdiste la confianza de uno de tus más fieles seguidores y defensores, y uno de los que han promovido tu nombre como ejemplo en ámbitos artísticos, como los cafés literarios que yo mismo hacía. ¿Quién es Miguel Grinberg?, me preguntaban los jóvenes concurrentes, y yo les explicaba gustoso y les mostraba tu revista y les contaba lo importante que fuiste en la Contracultura en América del Sur, y muchas cosas más qué sé sobre tu vida. Pero parte de mi ilusión se ha desmoronado, espero que no caiga completamente. Te sigo admirando, Miguel, por lo que fuiste, dudo de que seas el mismo, sino hubieses actuado de otra manera. Si te ofendí en algún momento, te pido sinceras disculpas, jamás sería mi intención ésa, pero he decidido en mi vida no ser más hipócrita, y eso es decirles a todos todo lo que pienso sobre ellos.

Suerte en tu vida
Esteban Costa

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A María Moreno
Escritora, periodista y docente
(Carta manuscrita entregada personalmente)


Sábado 30 de agosto de 2003
(Por la tarde)
María Moreno:
Llegó el momento de que le escriba la carta o el mensaje que adjuntaré a los escritos que imprimiré y le llevaré personalmente al Centro Cultural Ricardo Rojas. Sé que mi nombre a usted no le será nada familiar, pero el suyo para mí, y desde hace unos cuantos días, sí que lo es. Soy amigo de Gustavo Arauco, y recién lo llamé por teléfono para corroborar su apellido y le comenté que le iba a llevar a usted unos escritos y me dijo: No creo que se acuerde. Y yo pienso que me lo dijo porque no le gusta nada la idea de que yo me acerque a usted con mis cosas. No sé bien por qué motivo no le gusta la idea, pero a mí sí que me gusta. Él trabajaba en el periódico Tiempo Argentino cuando usted también trabajaba ahí. Lo cierto y real e importante es que yo estaba, y aún estoy, escribiendo un libro. No es el primero que escribo, y todos tienen la particular característica de ser autobiográficos; no tengo tiempo ni paciencia ni talento para escribir otras cosas. Por lo tanto, Gustavo Arbuco es uno de los personajes de mi último libro, ya que él, como todas las personas que me rodean, está inmerso en mi vida y en mi historia. Ahora usted, aunque no me rodee, también está inmersa en mi historia. Usted y su libro, o su libro y usted. Me refiero a El affair Skeffington. Cómo llegó ese libro a mis manos y porqué lo cuento en el fragmento número cincuenta y nueve de la sexta parte de mi último libro titulado La Mística del Destino. Ese fragmento y otros más usted los podrá leer en las hojas impresas que le llevaré seguramente el lunes por la noche, y seguramente también dentro de un sobre de papel madera. ¿Qué me propongo llevándole a usted este material? No lo sé específicamente, pero puedo esbozar varios motivos. De algo estoy seguro, y es que se lo llevo a usted porque mediante la lectura de su libro puedo aprehender aproximadamente ciertos rasgos de su personalidad, y esos rasgos que percibo, que aprehendo, me dicen que SÍ, que se lo lleve. Leí por ahí, buscando información sobre usted, que le interesan las historias de vidas y las minorías. Y aunque no recuerde exactamente donde lo leí, es evidente que le interesan esas cosas. El libro, y siempre me refiero a El affair…, abunda de historias de vidas reales o ficticias; no importa, y también se refiere a una minoría. Siempre los intelectuales y los verdaderos artistas serán una minoría, y siempre los jóvenes pensantes y despiertos también serán una minoría. Y pienso que también las mujeres interesantes, es decir, las mujeres con ideas propias, con carácter, con temperamento, con inteligencia y conocimiento también serán siempre una minoría, y espero que no se enoje ni se irrite ni se exaspere por mi comentario. A mí también me interesan esos temas, y me interesa el Underground o lo subterráneo, y pienso que a usted también. Estas semejanzas o similitudes de intereses pueden ser uno de los motivos por los cuales me acerco a usted y no a otra persona. Seguramente tenga amplitud de miras, y por ese motivo quizás pueda valorar mi escritura y ver y encontrar algo allí, en el meollo de lo que digo con mi escritura. En los círculos oficiales no parece abundar la amplitud de miras, y para entender lo que digo en mis escritos se requiere de esa cualidad. Usted debe saber mejor que yo lo que estoy tratando de decirle. Pues entonces me acerco a usted por varios motivos. Primero, y antes que todo, por el simple hecho de cumplir mi objetivo de acercarme a usted y entregarle mis escritos, es decir, cumplir con una acción propuesta sin pensar en el resultado, y ésta es una de las pocas enseñanzas que me dejó la lectura del Bhagavad Gita. Es una trama íntima e interna, es hacer algo con mis escritos. Quizás usted, cuando era más joven, también se proponía hacer algo con sus escritos; llevárselos a alguien, enviarlos a algún lugar, movilizarlos en busca de algo. Otro motivo es simplemente entrar en contacto, conocer a una escritora con una trayectoria detrás. Me interesa su opinión, me interesan los puertas que usted pueda llegar a abrirme, o las indicaciones que usted pueda darme para encontrar esas puertas, o decirme dónde está el llavero que tiene las llaves que abren esas puertas. Por lo demás, esta curiosa circunstancia de que un joven escritor inédito recurra a una escritora editada y con trayectoria en busca de consejo o llaves o puertas ya es en sí una situación novelesca y literaria, y este joven, que una de las pocas cosas que sabe hacer es extraer jugo y páginas de la realidad, aprovechará esta trama para continuar su libro, es decir, todo esto también es parte de mi libro. Así de magnífica es la realidad. La dejo, gracias por haber leído hasta aquí. Si quiere, y se lo recomiendo, puede empezar a leer los escritos por el fragmento número cincuenta y nueve de la sexta parte. De ese modo entenderá más ampliamente todo este asunto. El libro, mi libro, es largo, sólo elegí algunos fragmentos representativos del estilo y la temática. Nada más.
Esteban Costa
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A Juan Bedoian
Editor responsable de la Revista de Cultura Ñ
(Por correo electrónico)
Lunes 6 de diciembre de 2004
Señor Juan Bedoian:
Le escribe Esteban Costa. Soy un joven escritor de veinticuatro años. Escritor en lo íntimo y privado, y un simple empleado en lo externo y público, y hago esta curiosa diferenciación porque se supone que no puedo afirmar ser un ESCRITOR EN LA TOTALIDAD si no vivo de los productos de mi pluma –creaciones, ensayos, críticas o lo que fuere—. He escrito nueve libros, entre libros de poemas, novelas cortas y novelas largas y experimentales, y diarios íntimos y de viajes. Adjuntaré luego en mis datos personales todos los títulos y los años en que cada libro fue escrito. Me dirijo a usted con tranquilidad, respeto y un poco de osadía, pero sin osadía –aunque sea un poco— ningún escritor puede llegar a nada. Recientemente he quedado seleccionado para integrar dos antologías poéticas de dos concursos que se publicaron en la revista cultural que usted dirige; Ñ. De las editoriales Raíz Alternativa y De los Cuatro Vientos, aunque por cuestiones económicas no voy a poder participar en ninguno de los dos libros. En ambos me ofrecieron publicar los siete poemas que envié. Curiosamente, no es mi obra poética lo que más me interesa, sino mi prosa. Le comento que también dirigí dos revistas literarias underground llamadas Trascender y Aquí y Ahora, desde octubre de 2000 hasta abril de 2004 entre las dos. Pero seré más breve considerando que usted es un hombre importante ocupado y con poco tiempo. Le escribo para que usted considere, de aquí en adelante, mi pluma y mi persona; ambas indisolubles, claro está. Leo la Revista Cultural Ñ desde el número trece, aquel en que J. R. R. Tolkien aparecía en la tapa, y desde ese momento no me perdí ningún número, y de cada número leo entre el sesenta y el ochenta por ciento de la información que contiene. Claro que tengo mis ideas y mis opiniones sobre el contenido de la revista como director que fui –yo hacía absolutamente todo el trabajo de las revistas, salvo el diseño gráfico en Aquí y Ahora—. Le enviaré prosas y poemas; por favor, échele una mirada. Y también una fotografía para que sepa quién es el que le escribe. Seré sincero y terminaré; me considero talentoso e inteligente, y también considero que mi pluma supera en habilidad a muchas de las plumas que usted contrata para que escriban en su revista; la más importante revista cultural hoy en la Argentina.

Con todo respeto y admiración por su labor como editor,
lo saluda atentamente Esteban Costa.

P.D. Considere mi mensaje como algo que haría cualquier escritor que intentara encontrar algún camino viable a su escritura, y más allá de eso, sé hacer otras cosas en cuanto a la preparación de una revista cultural. Soy un joven buscando una oportunidad; tan sólo eso. Adieu.

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A Beltrán Gambier
Director de la revista de literatura
Intramuros,
dedicada a los géneros biográficos, autobiográficos y testimoniales.
(Por correo electrónico)


Viernes 2 de diciembre de 2005

El mensaje que leerán a continuación fue escrito hace unos meses, y no fue enviado por diversos motivos, pero como mi intención continúa siendo la misma e intacta en su objetivo, se los envío sin modificar nada.

Señor director Beltrán Gambier y señora editora María Sheila Cremaschi:

Les escribo por lo siguiente; me encontré con el número veinte de la revista INTRAMUROS por casualidad en la casa de un amigo, y no había sido él quien la había comprado, sino su padre. El subtítulo de la revista me llamó poderosamente la atención, ya que soy un activo militante del género autobiográfico y que me encantan las biografías y las memorias. Soy un joven escritor argentino de veinticinco años inédito por el momento. En la actualidad me encuentro escribiendo mi décimo libro titulado La Gloria en el Ocaso. Todos mis libros son autobiográficos, salvo en el caso de los poemas y los ensayos que simplemente son poemas y ensayos, quiero decir que en este caso no importa demasiado la distinción. El motivo por el cual les escribo es amplio. Entiendo que no es fácil tratar con un escritor que no ha sido editado oficialmente, pero también entiendo y reconozco y sé que hay varios escritores que no han sido editados, y sin embargo allí están los libros escritos. Mi deseo es poder publicar algún trabajo de mi autoría en algún medio, ya sean partes de mis libros o textos que yo elabore para la ocasión, como una nota o artículo de investigación sobre algo interesante, una columna de opinión, una reseña de algún título nuevo, etcétera. O sea, en realidad no sé bien cómo encarar la búsqueda de editor, y ése sería otro tema, pero por lo pronto lo que me interesaría sería poder trabajar o colaborar en alguna revista o en algún suplemento cultural de algún diario. En síntesis, quiero trabajar en lo que me interesa y en lo que mejor me desempeño, y quiero publicar mi obra, y si es necesario que mi pluma se conozca primeramente en los medios gráficos masivos culturales, bueno, así será. Yo dirigí dos revistas literarias underground, por lo tanto, si fui capaz de organizar la publicación de esas dos revistas en su totalidad, no creo que escribir alguna página, o menos de una página, me cause problemas… En forma adjunta a este mensaje les enviaré mis datos personales con todos los detalles de mi labor como escritor –títulos de libros y los años en que fueron escritos—, así como también la mención de las editoriales que seleccionaron en diversos concursos mi obra poética. También les enviaré algunos poemas y algunas prosas, y también una fotografía mía. Espero que se entienda bien mi intención; estoy buscando ayuda en general y viabilidad a mi oficio. Quizás ustedes, si no pueden ayudarme directamente, quizás puedan aconsejarme o contactarme con alguien que sí pueda ayudarme. Desde ya les agradezco por haber leído el mensaje.

Esteban Costa
P.D. La fotografía es la más reciente que encontré –abril de 2005—, y una de las pocas en las que se veía bien mi rostro. La suciedad es producto de un largo viaje en tren desde Bariloche hasta Buenos Aires. Mientras se cruza la estepa patagónica, el polvo entra y entra…, y así se queda.

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[Todas estas cartas las tengo almacenadas en un archivo titulado CORRESPONDENCIA, el cual viene creciendo desde hace años.]