Los fragmentos fueron extraídos del Capítulo 21 de La historia de la literatura mundial editada por el Centro Editor de América Latina –CEAL—. Fueron resumidos y retocados por el recopilador para darle coherencia e hilaridad.
Contexto histórico, político y económico
El siglo XIX estadounidense se caracteriza por un creciente proceso de expansión territorial, cuyo corolario económico será la consolidación del sistema capitalista, que durante la segunda mitad del siglo pasa desde la etapa de libre competencia hacia la del capitalismo monopolista (…) Por su parte, el proceso de expansión territorial reconocerá métodos variados: la compra de posesiones a Estados europeos –Florida a España, Louisiana a Francia—; la anexión directa de las tierras habitadas por los pieles rojas, con la consiguiente eliminación de éstos; la mutilación, por medio de la lucha armada, del vecino país de México. Así, al llegar el año 1860, la Unión abarcaba ya treinta Estados. Sin embargo, la situación interna no dejó de mostrar fisuras: cuando se trató de decretar la abolición de la esclavitud, once Estados agrícolas del Sur, dominados por una oligarquía terrateniente que imponía un régimen feudal, fundaron su propia Confederación, separándose de este modo de la Unión. Este enfrentamiento trajo como consecuencia la guerra civil o Guerra de Secesión, que duró cuatro años (1861-1865) y culminó con la victoria del Norte, presidido por Abraham Lincoln, que habría de suprimir la esclavitud. Esta lucha intestina produjo grandes cambios económicos; entre otros, la gradual industrialización del Sur y la división de la propiedad agrícola de sus Estados. Restablecido el poderío económico y la unidad política, el país inició una vertiginosa carrera hacia la riqueza.
Situación de la literatura del período
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, la literatura estadounidense consigue liberarse de sus tendencias primeras: la ciega imitación o el rechazo ciego de los modelos europeos, logrando así incorporarse, con autenticidad y vigor, al caudal de la literatura mundial. Pero para afianzar su rango internacional, esta literatura debía coadyuvar a la consolidación de ciertas características nacionales: así, por ejemplo, debía apoyarse, a partir de los elementos constitutivos del pasado –elementos teológicos y culturales en general—, en una filosofía que sirviera de base de sustentación a la democracia tal como entonces se la practicaba en los Estados Unidos. Este movimiento teórico, del que prácticamente habría de nutrirse toda la literatura norteamericana de la época, fue el Trascendentalismo, surgido en Nueva Inglaterra entre 1815 y 1836. En este último año se publica Naturaleza, de Emerson, expresión sistemática, quizá la más representativa del Movimiento Trascendentalista. El Movimiento se expandió como una protesta contra la dependencia cultural de los Estados Unidos respecto de Europa y como un análisis de las bases espirituales y las implicancias morales de la nueva democracia. Los efectos del Movimiento –que alcanzó su culminación en los escritos de Emerson, Thoreau y Alcott e influyó, de una u otra manera, en Hawthorne, Melville y Whitman— fueron profundamente revitalizadores para la literatura y el arte norteamericanos, y lo fueron también para esa misma democracia, cuyos fundamentos se proponía estudiar.
Las fuentes de esta doctrina pueden rastrearse en sus diversos orígenes: ciertos aspectos del puritanismo, la ideología igualitaria y humanitarista de la Revolución, la filosofía europea contemporánea –en particular la corriente del idealismo alemán: Fichte, Schelling, Hegel; o espiritualistas como Schleirmacher o Swedenborg—, el neoplatonismo, el misticismo oriental y, notoriamente, el pensamiento de Coleridge y Carlyle.
Al puritanismo en su sentido más amplio, el Trascendentalismo debió su moral, su tendencia a subordinarlo todo a los valores éticos. Para el Movimiento Trascendentalista, el hombre –más precisamente, su alma— será el centro espiritual del universo; sólo en él se encuentra la clave de la historia, de la naturaleza y del universo mismo. Esto se manifiesta muy claramente en el principio trascendentalista de que la estructura del universo duplica literalmente la estructura del yo individual [Nota del recopilador: Esta idea hace recordar a otra idea expuesta mucho tiempo antes por Hermes Trismegisto: Como es el macrocosmos es el microcosmos, y como es el microcosmos es el macrocosmos]. Al mismo tiempo, la virtud y la felicidad individuales dependen de la autorrealización, y ésta, a su vez, depende de la conciliación armónica de dos tendencias psicológicas universales: el impulso expansivo, de trascendencia del yo, y el impulso de autoafirmación personal, el deseo de ser un individuo único. La teoría del yo, expuesta por Colerigde y otros pensadores europeos, fue adoptada por los trascendentalistas para tratar sobre todo de explicar lo que se consideraba el objetivo central y el dilema de la democracia. Esta, en tanto doctrina política y moral, implicaba por un lado una ética individualista extrema, que preservara para el individuo el grado máximo de libertad y autoexpresión. Los integrantes de este movimiento sostenían la creencia de que la verdad suprema se halla en el alma y puede ser descubierta mediante la luz interior. El Trascendentalismo hace de cada cosa el reflejo de una realidad superior. Teodoro Parker (1810-1860), figura destacada del movimiento, afirmaba entre otras cosas: Derribar lo falso, facilitar lo necesario y ordenar lo justo. Para entender ésta y otras afirmaciones igualmente presuntuosas del Trascendentalismo, habría que insistir en una relación ya apuntada: su carácter de ideología del sistema político-económico entonces vigente, el capitalismo de libre competencia en su período de máximo esplendor, cediendo paso a una tendencia más orgánica y concentracionista –la que luego expresaría a nivel teórico el pragmatismo, la ideología del capitalismo monopolista—. Por el momento, los trascendentalistas se muestran individualistas extremos, muy espiritualistas, aunque defensores a la vez del ímpetu expansivo, del quehacer práctico, aún del comercio –que para Emerson constituye el origen de la libertad—, optimistas y confiados en el futuro.
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Ralph Waldo Emerson
(1803-1882)
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H. D. Thoreau opina sobre Emerson:
Emerson posee ciertos talentos inigualados. Nadie expresó con más holgura, precisión y método, lo divino en el hombre. Su influencia personal sobre los jóvenes es más preponderante que la de cualquier otro pensador. En su universo todos serían poetas, reinaría el amor, triunfaría la belleza, el hombre y la naturaleza vivirían armónicamente.
Henry David Thoreau
Durante la permanencia de Emerson, Concord se convirtió en el centro intelectual de los Estados Unidos; en torno a la revista Dial, que duró de 1840 a 1844, se reunieron Margarita Fuller Ossoli (1810-1850), apóstol del feminismo en los Estados Unidos, el poeta teósofo Jones Very (1813-1880), el filósofo y pedagogo Amos Bronson Alcott (1799-1888) y otros entusiastas del Trascendentalismo. Durante dos años, fue director de The Dial Henry David Thoreau (1817-1864), nacido en Concord de una familia de origen francés. Estudió en Harvard y luego trató de ganarse la vida como maestro de escuela y vendiendo lápices, pero al poco tiempo ingresó al círculo de Emerson en la aldea de Concord, viviendo en casa de éste durante mucho tiempo, unidos por una profunda amistad. Thoreau fue el primer hombre que vio a la naturaleza, en el sentido literal usado por Emerson, como una manifestación de la energía universal en la que el hombre desempeña el papel de la inteligencia. Exploró el interior de Massachussetts, remontó los ríos Concord y Merimac, hizo viajes a Meine y a Cape Concord para estudiar los fenómenos de los bosques, las corrientes del agua y la costa marítima. Luego, cuando la doctrina de la naturaleza de Emerson ya resonaba en el aire, y en Concord los trascendentalistas trataban de encontrar la unión con las leyes de la naturaleza, y realizaban sus experimentos sociales, Thoreau se estableció en un bosque cerca de Concord, en las orillas de la laguna Walden, y durante dos años vivió una vida solitaria, basada en un autoabastecimiento casi total. De estos primeros viajes surge Una semana en los ríos Concord y Merimac (1845) y Walden (1854), que en realidad corresponde a un breve extracto de sus Diarios, enorme masa de apuntes, ensayos, descripciones y meditaciones que fueron publicadas en su totalidad sólo póstumamente. Walden constituye el relato de esos dos años pasados en plena naturaleza con todo lo que esto implica, incluyendo los esfuerzos de tipo práctico necesarios para sobrevivir. Puede también considerarse como el testimonio de la demostración experimental de una teoría: que la vida puede vivirse en un medio menos complejo, atestado y placentero que el habitual. Las observaciones filosóficas de que está salpicado el libro pueden considerarse como fruto principal del experimento. Estas observaciones son, más que adhesiones al Trascendentalismo, observaciones de carácter individual. El mérito principal de Walden lo constituyen sus descripciones de la naturaleza, llenas de autenticidad y de primitiva belleza.
Defensor de la abolición de la esclavitud, Thoreau produjo tres ensayos acerca del tema: Desobediencia civil (1849), La esclavitud en Massachussetts (1854) y La defensa del capitán John Brown (1859), valerosos y hasta violentos. En general, sin embargo, su actitud con respecto al gobierno, así como a toda empresa social que implicara cooperación, era de no participación. La crítica social de Thoreau apunta, sobre todo, al excesivo empleo de tiempo y energía pagado como tributo al desarrollo industrial y a la acumulación de riquezas. Thoreau amaba, sin embargo, ese desarrollo y esas riquezas, pero insistía en que el precio que se pagaba por ellas era demasiado elevado.
Otros escritores del período
Nathaniel Hawthorne
Entre los años 1840 y 1860, es la voz profética de Emerson la que dirige indiscutiblemente el movimiento cultural de los Estados Unidos. Desde luego, no un creador sino más bien un teorizador, su hombre que piensa, su confianza en sí mismo, van delimitando un panorama y marcando huellas que luego otros seguirán. Muy cerca suyo, en la misma Concord, vivirá un creador que, repudiando el Trascendentalismo y el experimento social de Brooks Farm, del cual será en un momento esperanzado partícipe, se referirá siempre con ironía a este movimiento y no buscará ya un derrotero para conducir a su país, sino que, recogiendo la pesada herencia del puritanismo, la elaborará para dotar a éste de una conciencia moral, no visionaria y proyectada hacia el futuro, sino introspectiva y angustiada.
Nathaniel Hawthorne nace en 1804 en la antigua ciudad de Salem, Massachussetts, viejo centro y capital del puritanismo de Nueva Inglaterra. A los diecisiete años ingresa en la Universidad de Maine, donde conoce a Longfellow y a Franklin Pierce, el futuro presidente de los Estados Unidos. Tras su graduación, Hawthorne debió dedicarse a gran número de tareas para ganarse la vida. Solitario por hábito y por inclinación, vivió retraído durante toda su vida, salvo el intervalo que, en 1841, lo llevó a establecerse en la comunidad de Brooks Farm, que habían fundado los adeptos al Trascendentalismo en Massachussetts, y cuyos esfuerzos eran observados con ironía y escepticismo por los propios Emerson y Thoreau. De esta experiencia volvió Hawthorne decepcionado, convencido de que el Trascendentalismo era una abstracción imposible. Nunca –escribiría después— fue infestada una pobre aldea campesina de tal variedad de estrafalarios seres extrañamente vestidos y que se conducían de manera rara, la gran mayoría de los cuales había asumido el papel de instrumentos importantes del destino del mundo, si bien eran, simplemente, unos grandísimos majaderos.
En 1828 publica su primera novela, Fanshawe. La obra pasó prácticamente inadvertida. Entre tanto, Hawthorne realiza otros trabajos editoriales para sobrevivir escribiendo diversos libros para niños. Alterna estas tareas con un empleo que obtiene más adelante en la Aduana. Su segunda novela, La letra escarlata, pertenece a 1850, y La casa de los siete tejados al siguiente, y es durante esos años cuando, durante su estadía en las montañas de Berkshire, se desarrolla su amistad con Melville. El romance de Blithedale, novela que relata su experiencia en Brooks Farm, es de 1852, y ese mismo año, como recompensa por haber escrito una biografía propagandística para la campaña política de su amigo Franklin Pierce, Hawthorne es enviado a
Nuestra vieja casa, que contiene agudas observaciones sobre su estadía en Inglaterra es de 1863, y El fauno de mármol, novela ambientada en Italia, es de 1860. Dos son los elementos fundamentales de la vida de Hawthorne que contribuyen con mayor intensidad a plasmar las preocupaciones, la temática, la atmósfera de sus creaciones literarias: la impronta indeleble de su marcada herencia puritana, el aislamiento y la retracción impuestas por su vida familiar y su propio carácter. De la primera, devendrá su obsesión, reflejada en toda su obra, por el problema del mal. La segunda será la que, apartándolo de la vida le permitirá una intensa elaboración introspectiva de estas obsesiones, pero también la que lo llevará a decir, algo tristemente, a su amigo Longfellow: En virtud de uno u otro sortilegio –pues realmente no puedo atribuirle ningún por qué y por lo cual razonable— he sido apartado de la corriente principal de la vida, y hallo imposible volver a ella… Me he alejado de la sociedad, y, no obstante, nunca me propuse tal cosa... He hecho de mí un cautivo, y me he metido en un calabozo, y ahora no puedo encontrar la llave para salir de él… No hay en este mundo destino tan horrible como no participar en sus alegrías y penas. Durante los últimos diez años no he vivido, sino sólo soñado con la vida.
La preocupación central de Hawthorne será, pues, el problema del pecado, la inevitabilidad del mal y la consecuente culpabilidad del hombre. Esta preocupación aparecerá en todas sus obras, ya sea en aquellas que recreen la atmósfera marcadamente puritana de la primitiva Nueva Inglaterra, como en las de atmósfera contemporánea.
Ningún escritor, sin haberlo intentado él mismo, puede concebir cuáles son las dificultades que entraña escribir una novela acerca de un país cuando no existen sombras, ni antigüedad, ni misterio, ni tenebroso mal, ni nada sino una vulgar prosperidad, a la luz del sol, tal como, felizmente, es el caso de mi querida tierra natal.
Todo lo que aísla, condena; todo lo que asocia, salva.
Nathaniel Hawthorne
Otras obras del autor: Septemius Felton (1872); El romance de Dolliver (1876); El secreto del doctor Grimshawe (1883); La pisada central (1870).